Era inevitable,
sabía que luego de lamerla,
los caminos se presentarían distintos,
los destinos serían otros,
siempre lo supe,
aunque no me he detenido por eso.
Una mujer de otro y yo, otro queriendo,
dejando entrever transparentes mis deseos,
acudiendo a su encuentro con una mirada profunda,
buscando su secreto,
sería un designo, una enseñanza
o simplemente un mandato del alma más antigua,
aquella que no necesita de permisos,
la cual en un acto de supervivencia muerde y mata.
El otro supongo ligado por el amor o la costumbre,
sintiendo trashumante, se entrevía agotado,
conocía de amoríos fugaces y no parecía importarle,
se adivinaba que no creía en tener que compartir su amor,
permitiendo licencias de ciego, derrotando su impulsión,
ese era un camino.
Había otras posibilidades siempre las hay,
o por lo menos eso era lo que pensaba,
hasta el momento de relamer mi comisura,
intuyendo su vulva en una mirada descarada,
pública y frente al cancerbero de sus sentimientos,
pero no de su olor.
En un acuerdo tácito,
aparentemente en cuanto el tipo noto la lengua de ella,
responder en conjunto con su mano debajo de la mesa, se retiro,
sin mirarlo ambos multiplicamos nuestra observación lasciva,
insinuante separo un poco mas sus rodillas,
para que yo notase en mi conciencia brutal el efecto sanguíneo en su celo.
Decidido iba a levantarme,
fue entonces cuando vi al tipo con otro,
volvían desde... ¿donde?
el segundo con una raqueta en las manos, todos nos miramos,
no entendía como todos podíamos saber todo,
pero sin embargo, así era,
eso genero en mi un sentimiento de desnudez,
por supuesto responsable de deshinchar mi pantalón ipso facto,
mirando la taza de café al sentirme descubierto,
percibía la mirada de ella más firme, mas fija, mas anhelante,
y también la del tenista bronceado,
no podía comprender como era que el tipo, el otro, el primero,
no pusiese atención a todo esto,
y continuara con su conversación cada vez mas encendida,
ansioso mirando por el rabillo observaba como ella desprendía su blusa
el deportista me odiaba,
incomodo, observado, decidí llamar al mozo,
para terminar con la situación,
sin imaginar entonces,
que ella se acercaría hacia mi ante todos,
me saludase diciéndome que lamentaba no haberme recordado antes,
acercándome su calor,
besándome para despedirse
y dejándome su número en voz alta,
pidiéndome que la llamase para recordar aquellos tiempos.
Fue entonces cuando supe cual era el otro camino.
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-Las ilustraciones corresponde a la obra P Picasso.
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Caminos minimos de conocer.ar,y ahora gotan por tomasuncafe-20/04/09.